sábado, 23 de febrero de 2013

La alcaravea

Cuando creé este Jardín de las Delicias lo hice pensando en un lugar donde poder escribir sobre aquellas cosas que me gustan, me inquietan o que quiero compartir con el resto, pero enfocado sobre todo al arte, a la historia, los viajes, la literatura, el cine... Nunca me había planteado que escribiría sobre un restaurante, pero la experiencia en La alcaravea me ha gustado tanto que no puedo resistirme a contarla. El local es muy bonito, la comida está buenísima y los camareros atentísimos, pero vayamos por partes.

El restaurante en cuestión está en la calle Cea Bermúdez número 38 (hay otros dos, uno en Gaztambide y el otro en Alcalá de Henares), muy cerquita de mi casa, dato que viene al caso porque, aunque nunca hasta hoy había entrado, hace mucho tiempo que sé de su existencia, paso por delante al volver de clase y hace bastante que tenía ganas de probarlo. Mis señores padres sí habían estado pero nunca para comer, sólo tomando un vino o una caña; y hoy, con motivo del cumpleaños de mi señor padre, han decidido que íbamos allí (bueno, hoy no, hace una semana, que es imposible ir sin reservar).

Tienen una carta ámplia y, según el día, bastantes platos fuera de carta. Los pintxos, fríos y calientes, no se sirven ni en las comidas ni en las cenas para que no les colapsen la cocina. Aparte de eso, ensaladas, croquetas, "cazuelas", carnes y pescados, y suena todo tan bien que cuesta decidirse. Nosotros nos hemos decantado por unas croquetas variadas, una ensalada de perdiz escabechada y queso idiazabal, unos huevos rotos con gambón, ajetes y cebolla confitada, un bacalao confitado con pisto manchego y una carrillada de ternera estofada al Pedro Ximenez. Pensábamos pedir los tres primeros a compartir y luego un plato para cada uno como segundo, pero el camarero no nos ha dejado pedir más de dos segundos. Y menos mal, supongo que teníamos la idea del típico sitio de diseño con comida un tanto... escasa, y para nada. Así que ha sido muy de agradecer la honestidad del camarero, porque nos habría costado terminar con todo.

Los platos están pensados para compartir, tanto primeros como segundos, supongo que si te empeñas puedes pedir para ti solo, pero es mucho menos interesante. El primer plato ha llegado en seguida, y todos los demás han ido viniendo uno a uno. Al terminar con uno te retiraban el plato y en seguida llegaba el siguiente. La verdad es que el sistema me ha gustado mucho, es bastante incómodo ir de raciones y pasar de estar media hora sin tener nada a que se te acumulen cuatro platos en la mesa que acaban quedándose fríos si no te los comes a toda velocidad. De este modo, puedes comer con toda la calma que te apetezca para disfrutarlo todo en condiciones.

Lo primero han sido las croquetas, de jamón, setas y bacalao, acompañadas de patatas fritas. Yo no soy muy amiga de pedir croquetas cuando como fuera de casa (no por ningún tipo de remilgo, es que me revienta profundamente que me pongan croquetas congeladas, y es algo demasiado habitual), pero estaban buenísimas, especialmente las de bacalao.

A continuación la ensalada, abundante y buenísima, y justo después los huevos rotos, unos huevos rotos como deben ser, con el huevo en su punto perfecto, las patatas doraditas, y la combinación de cebolla, gambas y ajetes que estaba increíble. Muy, muy recondables las dos cosas.

Luego el bacalao, dos buenas raciones acompañadas de pisto, y con un tamaño perfecto para compartir entre cuatro. Ya digo, por poder, puedes pedir para ti solo, pero con un plato vas sobrado y a mí me gusta muchísimo más probar varias cosas (y más con la carta tan apetecible que tienen). Para terminar, la carrillada, tiernísima, con una salsa buenísima, acompañada de patatas y verduritas. Igual de abundante que el pescado. Ya digo, llegamos a pedir otros dos platos más y creo que no habríamos podido con ello (o sí, pero desde luego luego habríamos muerto por indigestión).

Para cerrar todo, los postres, tienen una oferta bastante interesante, aunque no vienen en la carta, así que no sé si los variarán cada día del día. Strudel, hojaldre de fresas con nata, tarta de Santiago, tarta rusa, hojaldre de manzana con dulce de leche... Nosotros nos hemos decidido por un coulant de chocolate, un strudel y un hojaldre con manzana y dulce de leche. El coulant era el más pequeño de los tres, tamaño coulant estándar (creo que siempre que lo he pedido, y han sido muchas, tiene exactamente el mismo tamaño, da igual dónde sea XD), pero el strudel y el hojaldre eran contundentes. Y qué decir de los postres, que están tan buenos que casi se te olvida todo lo que has comido antes.

Los camareros perfectos, en ningún momento agobian pero si necesitas cualquier cosa los tienes a tu disposición, son rápidos (ya digo, entre plato y plato no hemos esperado prácticamente nada) y la cuenta nos la han traído en cuanto la hemos pedido (otra cosa que me revienta profundamente es tener que esperar media hora a que me traigan la cuenta o incluso tener que pedirla varias veces, te voy a pagar, hazme el favor que no ponérmelo imposible). 

Y el local es muy agradable, una mezcla entre vanguardista y tradicional (como la comida, vaya), con una zona amplia en la entrada con la barra para los vinos, las cañas, los pinchos y -creo- copas por la noche, y un salón con las mesas, pero distribuido con unas cortinas de modo que crea varios salones más pequeños, el resultado es más íntimo y muy agradable. 

En cuanto al precio está entre los 20 y los 30 euros por cabeza, en función de lo que pidas, lógicamente.

Así que una experiencia muy recomendable, nosotros volvemos seguro. Eso sí, si queréis ir a comer a cenar, que sea con reserva previa, sino es imposible, tienen todas las mesas llenas todo el tiempo. Os dejo su página web, por si queeréis echarle un ojo a la carta, los locales, o lo que sea http://www.alcaravea.com/.

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