sábado, 20 de julio de 2013

La seta luminosa

"       –¡Está oscuro, necesitamos luz! –dijo Tas pacientemente, colgándose de un eslabón–. Me parece que estamos llegando al final de este artefacto y deberíamos echar un vistazo a nuestro alrededor.
       –Sí, claro... Veamos... Luz... –Tas oyó que el mago rebuscaba en sus bolsas y bolsillos. De repente encontró lo que buscaba y lanzó un pequeño chillido de triunfo. Murmuró unas palabras y una pequeña seta luminosa, azulada y amarilla, apareció junto a su sombrero.
          La seta revoloteó por el aire, danzando alrededor de Tasslehoff como si lo estuviera examinando, para regresar poco después junto al ufano mago. Tas estaba entusiasmado. Se le ocurrieron toda clase de preguntas sobre aquella maravillosa seta luminosa, pero se sentía completamente debilitado y el viejo mago estaba al borde del agotamiento. Pensó que lo mejor sería encontrar primero una manera de salir de allí. 
         Al mirar hacia arriba vio que, tal como se había imaginado, se hallaban en la parte más alta de la fortaleza. La cadena ascendía hasta una inmensa y dentada rueda de madera, engarzada a un eje de hierro fijado a la sólida roca. Los dientes de la rueda eran enormes. Una vez superada la rueda, la cadena seguía su curso, desapareciendo en un túnel de la pared derecha. 
         –Treparemos por el engranaje y seguiremos hasta el túnel por la cadena –dijo el kender señalándolo–. ¿Podrías enviar la seta ahí arriba?
         –¡Seta... dirígete a la rueda! –ordenó Fizban.
         La luz fluctuó en el aire unos segundos, luego comenzó a danzar de un lado a otro, como si quisiera darles a entender que se negaba a cumplir la orden.
         Fizban frunció el ceño.
         –¡Seta... a la rueda! –repitió con firmeza.
         La seta volvió a revolotear hasta esconderse tras su sombrero. El mago casi se cae al intentar agarrarla, pero recuperó el equilibrio, sujetándose nuévamente con brazos y piernas. Disfrutando del juego, la seta luminosa comenzó a bailar a su alrededor.
         Um... bueno, después de todo, tenemos suficiente luz –farfulló Tasslehoff.
         –¡Son tan desobedientes estas nuevas generaciones! –refunfuñó Fizban–. Su padre era un hongo luminoso... –La voz del viejo mago fue perdiéndose al reanudar el ascenso. La seta luminosa seguía revoloteando alrededor de su abollado sombrero.
         Al poco rato, Tas alcanzó el primer diente de la rueda y descubrió que estaba tallado toscamente, por lo que resultaba fácil trepar por él. Fizban, con la túnica arremangada a la altura de los muslos, le seguía con sorprendente agilidad.
         –¿Podrías pedirle a la seta que ilumine el túnel? –preguntó el kender.
         –¡Seta... al túnel! –ordenó Fizban, que continuaba atenazado con sus huesudas piernas a uno de los eslabones de la cadena.
         La seta luminosa pareció meditar la orden. Un momento después, voló lentamente hasta la entrada del túnel y se detuvo.
         –¡Dentro del túnel!
         La seta luminosa se negó.
         –Creo que le da miedo la oscuridad –dijo Fizban disculpándola.
         –¡Por todos los dioses! ¡Qué extraordinario!"

[Crónicas de la Dragonlance, volumen 1: El retorno de los dragones, Margaret Weis y Tracy Hickman]

De mayor, quiero ser un kender.      

2 comentarios:

  1. Tanto leerte citas de las Crónicas me has picado y me las estoy releyendo xD

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  2. ¡Muahahahahahaha! ^^ Así me gusta, que os entre la notalgia y vayáis cayendo en la relectura ^^.

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